Acto de Gran Encomienda a San Miguel Arcángel
- rccrecreo

- 12 sept
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San Miguel Arcángel,
defensor de Dios y vencedor de Satanás,
yo, consciente de tu intercesión y grandeza,
me encomiendo voluntariamente a vos para mayor gloria de Dios,
y sé que cuento con la ayuda de la gracia divina en el cumplimiento de mis propósitos.
Te confío mi vida entera: pasado, presente y futuro.
Creo que desde el principio de mi existencia, se me ha revelado el plan amoroso de Dios y su maravillosa Providencia.
Humildemente imploro tu protección aquí y ahora, para que no desperdicie ninguna de las gracias que Dios me ha preparado.
También te confío mi futuro, especialmente la hora de mi muerte, para que pueda partir de este mundo reconciliado con Dios y la Iglesia.
Te confío mi razón, para que contemple la sabiduría de Dios en la verdad.
Te confío mis sentimientos, para que los acepte y los domine.
Te confío mi voluntad, para que se incline solo a elegir el bien y rechazar el mal y el pecado.
Te encomiendo mi alma, para que la vida divina florezca en ella y se convierta en morada de la Santísima Trinidad.
Te encomiendo mi cuerpo, para que no me lleve a la lujuria, sino que se convierta en templo del Espíritu Santo.
Te confío mi lucha espiritual, para que, apoyado por el poder de los sacramentos de la Eucaristía y la Penitencia, pueda afrontar con valentía las adversidades y tentaciones que me trae el espíritu maligno.
Concédeme la gracia de discernir con sabiduría los espíritus, para que no caiga en el orgullo ni sucumba a las falsas enseñanzas.
Te confío a mis seres queridos: familiares, parientes y conocidos, para que, mediante tu poderosa protección, alcancen la salvación y atraigan a otros a la fe. De manera especial, te entrego los casos difíciles y humanamente desesperados, para que, mediante tu poder, reveles la omnipotencia y la bondad de Dios.
Intercede por mí, Santo Arcángel, para que persevere en la fe hasta el final, no pierda la esperanza y arda en amor a Dios y al prójimo.
Mantén en mí la obediencia a la Iglesia y a las enseñanzas del Evangelio.
Ante ti, rompo mi apego al pecado y al mal, y deseo difundir continuamente tu adoración, dirigida únicamente a Dios.
Concede que este acto de entrega fortalezca mis buenos propósitos, me abra a las inspiraciones de Dios y me dé la fuerza para confesar con valentía a Cristo, mi Señor y Salvador.
Que cada día de mi vida esté marcado por tu presencia y especial devoción a Ti, para que cada vez pueda clamar al cielo con espíritu de adoración y gratitud: “¿Quién como Dios?”



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