top of page

Aparición de San Miguel Arcángel en Gargano

Era el año 490 de la era cristiana, octavo año de San Felix III, Papa, el día 8 de mayo, cuando ocurrió la primera aparición de San Miguel en el Monte Gargano.


Y aconteció así: un comandante del ejército de Siponto, rico en tierras y rebaños, muy piadoso y hombre de ayuno, poseía un monte distante seis millas de Siponto, hoy Manfredonia, que usaba como pasto para su ganado. Entre los animales, había un toro feroz, fuerte y amenazador, el que, en la primavera terminó separándose de los otros. El comandante fue a ver el ganado, acompañado por los servidores, y procuró al toro, encontrándolo en una caverna profunda, en un lugar escarpado y de tan difícil acceso, que, creyendo no poder retirarlo vivo, pensó en recuperarlo muerto. Por eso, apuntó hacia él su arco, pero la flecha, en vez de herir al toro, dio una vuelta en el aire, y acabó hiriendo el pecho del comandante.

El acontecimiento extraordinario llenó de espanto a aquellos que lo vieron y fue divulgado no solamente a los vecinos del área, los que fueron a ver al herido, sino que llegó la noticia hasta el obispo de Siponto, San Lorenzo Maiorano, de nacionalidad griega, ciudadano de Constantinopla, y pariente cercano del Emperador Zenón.

El santo prelado, pensando que el extraño acontecimiento era misterioso, recurrió a Dios en busca de iluminación e inteligencia. Mandó que se hiciese en toda la ciudad un triduo de oraciones y ayunó para pedir a Dios la gracia de conocer el misterio de ese extraño acontecimiento.

Dios escuchó el humilde llamado del santo obispo y del pueblo y, al amanecer, cuando el devotísimo obispo estaba orando en la mayor Iglesia de Siponto, se le apareció San Miguel y le dijo: “Actuaste de forma muy sabia, pidiendo saber del Altísimo Dios el secreto y la causa por la cual la flecha lanzada contra el toro se había vuelto contra el arquero. Debes saber que eso sucedió por intervención mía. Yo soy el Arcángel Miguel, que asisto delante del trono de Dios. Yo decidí habitar aquí, y asumir la guarda de este lugar: quise dar esta señal para que todos sepan que el Gargano estará bajo mi guarda”. Esto dijo San Miguel al Obispo San Lorenzo, y desapareció.


Grande e indescriptible fue el consuelo y la alegría del obispo san Lorenzo Maiorano por tan especial favor de San Miguel. Lleno de júbilo, se levantó del suelo, convocó al pueblo, mandando hacer una solemne procesión hasta el lugar donde aconteció el hecho admirable. Fue cuando llegando en procesión, vieron el toro arrodillado delante del Libertador Celestial, y encontraron una amplia y espaciosa caverna con forma de templo cavada en piedra viva por la propia naturaleza, con una altura bien elevada y con una adecuada entrada. Tal visión llenó a todos de gran ternura, pero también de terror, pues mientras el pueblo quería entrar, quedó lleno de un santo temor al oír estas palabras en un canto angélico: “Aquí Dios es adorado, aquí el Señor es honrado, aquí el Altísimo es glorificado”. Fue tan sorprendente el santo temor que, sin osar adentrarse más, fue establecido el lugar para los sacrificios y las oraciones delante de la entrada de santuario.

La noticia del descubrimiento del santuario despertó la devoción en toda Europa. Todos los días venían personas en masa, en grupos para subir al Gargano: pontífices, obispos, emperadores y príncipes de todos los cantos de Europa corrieron para visitar la gruta celestial. Una fuente de infinitas y estruendosas gracias fue para los cristianos el Monte Gargano, como escribe Barone (1). Es feliz quien se confía en tan poderoso benefactor del pueblo cristiano; es feliz quien tiene en su favor al amorosísimo príncipe de los ángeles, San Miguel Arcángel.


Segunda aparición de San Miguel en Gargano


Era el primer año del Emperador Anastácio y el primer año del Papa San Gelásio, cuando San Miguel apareció por segunda vez a San Lorenzo Maiorano, o sea, dos años después de la primera aparición. El ejército de los reyes de los godos, Odoacro, considerando al pueblo de Siponto como aliado de Teodorico, su adversario para alcanzar la corona de Italia, atacó con fuerte cerco a los sipontinos, amenazándolos con exterminarlos. Los sipontinos recurrieron al santo obispo para consultarlo en este gravísimo asunto, y el obispo deliberó recurrir a la ayuda del capitán general de las milicias celestiales. Mientras los godos estaban empeñados en cavar trincheras, y construir abrigos y torres en el frente de batalla, Lorenzo, a semejanza de Moisés, subió al Monte Gargano para implorar del guerrero celestial la victoria. Era el día lunes, día 25 del mes de setiembre, cuando los godos enviaron un mensajero a declarar la guerra.


Llamado nuevamente el obispo para consultar sobre la inevitable guerra, él mandó al pueblo pedir tregua por otros tres días. Una vez obtenida, ordenó que en aquel triduo todos buscasen la oración y la penitencia, y frecuentasen los sacramentos, como de hecho hicieron los sipontinos. Es que, en el amanecer del viernes 29 de setiembre del año 492, mientras el santo obispo se postraba en oraciones en la iglesia de Santa María, se le apareció San Miguel, le aseguró la victoria, y le ordenó no atacar a los enemigos, sino después de las cuatro de la tarde, para que el Sol, con su esplendor, fuese testigo de la potencia del Arcángel.

El santo obispo avisó al pueblo y, después de haberlo fortalecido con el Pan Eucarístico en las primeras tres horas del día, a las cuatro, o sea cercano a las dieciséis horas, los sipontinossalieron alineados a la batalla contra los bárbaros. El cielo estaba limpio, cuando de repente se oyó un trueno en el aire, y una nube cubrió la sagrada cima del Gargano; un horrible terremoto sacudió la tierra, y el mar adyacente se agitó con espantosos ruidos – “se agitó el mar y la tierra tembló” 2)- y, superando las márgenes, habría tragado a aquellos bárbaros, así no fuesen destinados a las llamas infernales. El Guerrero Celestial, lanzando de lo alto del Gargano flechas de fuego, mostró claramente que a su lado combaten los cuatro elementos. Cada ráfaga arrasaba muchas vidas de los bárbaros, sin tocar a ninguno de los sipontinos. El ejército godo se vio arrasado, sacudido, abatido. Los sipontinos persiguieron a los godos hasta Nápoles. Como gratitud de tan gran victoria, San Lorenzo, junto con el pueblo, fueron luego sobre el Gargano a agradecer al Defensor Celestial. En la entrada de la santa gruta, sin atreverse a entrar allá adentro, descubrieron y vieron las pisadas como de hombres impresas en la dura piedra, representando la presencia de San Miguel. Cada uno, delirando de santa alegría, besaba aquella prodigiosa señal, y tal vez repetían: “Esto es el dedo de Dios” (3). Cuán poderoso es San Miguel para quien confiadamente lo invoca. (4)


Tercera aparición de San Miguel Arcángel

en el Gargano en la Dedicación.

Era el día 8 de mayo del año 493 cuando el obispo de Siponto, San Lorenzo Maiorano, fue con sus fieles al Gargano para conmemorar el tercer aniversario y “realizar las celebraciones de la ofrendas” (5); pero ni el obispo, ni los fieles se atrevieron a entrar en la gruta celestial: “insistían con oraciones delante de las puertas” (6); El obispo no se contentaba con estas prácticas de devoción, sino que deseaba entrar y celebrar los divinos misterios, dedicando la gruta para el uso de la Iglesia Católica. Atemorizados y llenos de respeto, al oír entonar himnos angelicales, no osaron entrar, y consideraron necesario saber el parecer del Sumo Pontífice. Enviada la comunicación al Papa San Gelásio, que se encontraba en el Monte San Silvestre, considerando prodigiosas las apariciones allí ocurridas, respondió que, “si correspondiese a nosotros determinarlo, sería el día 29 de setiembre en memoria de la victoria conseguida sobre los bárbaros, pero aguardemos el oráculo del Príncipe Celestial. Nosotros, con un triduo en honra de la Santísima Trinidad, imploraremos la respuesta. Ustedes, con sus fieles, harán lo mismo”. Ante esta respuesta, el obispo Lorenzo invitó a siete obispos vecinos a encontrarse en Siponto el día 21 de setiembre, tanto para la oración y el ayuno, cuanto también para participar de la dedicación. Los siete obispos, con gran número de personas vinieron a Siponto a tributar obsequios al Gran Arcángel.

El afectuoso serafín protegió a los siete obispos “en la sombra de sus alas” (7); pues durante el viaje, se apareció como un águila de tamaño tan grande, que con la sombra los protegía de los rayos calientes del sol, y con el movimiento de las alas, enfriaba el aire, proporcionándoles alivio. Reunidos en Siponto el día 26 de setiembre, comenzaron el ayuno, las vigilias, las oraciones y los sacrificios, de la misma manera que en Roma lo hacía el Papa San Gelásio. Se alegró la Divina Majestad correspondiendo a las oraciones de sus siervos, pero reservó a San Lorenzo la honra de recibir la tercera aparición.


En la noche siguiente al ayuno de tres días, San Miguel, al revelarse lleno de luz, le dijo: “Gran Lorenzo, abandona la intención de consagrar mi gruta. Yo la escogí como mi palacio, y con mis ángeles ya la consagré. Tú verás las señales impresas, y mi imagen, el altar, el estandarte y la cruz. Solamente debes entrar a la Gruta y, bajo mi asistencia, hacer oraciones, celebra mañana el Santo Sacrificio para que el pueblo pueda comulgar, y verán como santifiqué aquel templo”. Lorenzo no esperó el día, que era jueves, sino que en el mismo momento comunicó a sus hermanos obispos y al pueblo sobre los divinos favores. Y, al amanecer, todos con los pies descalzos se dirigieron en procesión en dirección a la gruta Sagrada.

En la primera hora el viaje no fue fácil, pero en las siguientes, bajo los ardores del sol, la subida de la escarpada montaña se volvió penosa. Más allá de esto, no dejó de brillar la fuerza benéfica de San Miguel: aparecieron cuatro águilas de tamaño gigantesco, dos de las cuales con su sombra protegían a los señores obispos de los rayos del sol, y dos con sus alas refrescaban el aire.

Cuando la Sagrada Comitiva llego a lo alto del Monte Gargano no quisieron entrar dentro de la Basílica Celestial, pero levantaron en la entrada un altar y San Lorenzo comenzó la Santa Misa. Al entonar el Himno del Gloria, todos oyeron melodías celestiales viniendo del interior de la gruta; entonces, invitados y alegrados por ellas, con Lorenzo al frente, entraron en la gruta. De la entrada sur, ellos pasaron por un amplio atrio, que se extendía hasta la entrada norte, donde encontraron una roca con las insignias de las pisadas de San Miguel. Allí ellos descubrieron la parte oriental de la basílica celestial, a la cual se llegaba por peldaños. Al entrar por la pequeña puerta, vieron la imagen milagrosa de San Miguel que fue traída del Cielo, mostrándolo en el acto de someter a Lucifer.


Lorenzo prosiguió cantando el Te Deum, y fue entonces que descubrió en el fondo de la sagrada gruta, escondido en la niebla, llena de la Gloria de Dios, un Altar que surgía de la piedra, consagrado por San Miguel, adornado con una Cruz de cristal de cinco palmos y un estandarte rojo, símbolo de la caridad. Siete maravillas allí contemplaron:


1) Las pisadas;

2) La imagen;

3) La cruz;

4) El estandarte;

5) Las dotas admirables;

6) La fuente milagrosa,

7) La “rendija” misteriosa.


San Lorenzo, prosiguió el Santo Sacrificio de la Misa, mientras los otros obispos dedicaron tres altares, e inmediatamente alimentaron al pueblo con el Pan de los Ángeles.

Esta fue la milagrosa Dedicación de la Basílica de San Miguel en Gargano, por lo cual la Santa Iglesia venera la memoria el día 29 de setiembre.

No fueron solamente estos los portentos que acontecieron, sino muchas gracias de todo tipo que el pueblo experimentó: enfermos curados, ciegos que comenzaron a ver, innumerables cojos que se enderezaron.


¡Cuán Bondadoso es San Miguel para quien lo honra!

¡Cuán poderoso es su brazo!

Muchas maravillas de San Miguel Arcángel.




Referencia

1) “Ingentia miracula” cfr. BARONIO, César. Annales Ecclesiastici. In: CAVALLIERI, Marcello. Il pellegrino al Gargano Ragguagliato della possanza beneficante di S. Michele nella sua celeste basilica. Macerata: E. In Bassano, 1690, p.39

2) Antífona del Oficio de Lecturas del día de la Fiesta e los Santos Arcángeles. In: LITURGIA DE LAS HORAS V. IV. Petrópolis: Voces. San Pablo: Paulinas/ Paulus / Ave María 1999, p. 1313

3) Ex 8,15

4) Cfr. CAVAGLIERI, Marcello. Il pellegrino al Gargano. Ragguagliato della possanza beneficante di S. Michele nella sua celeste basilica. Macerata: Ed. Bassano, sec XVIII

5) Cfr. CAVAGLIERI, Marcelo. Il pellegrino al Gargano. Ragguagliato della possanza beneficante di S. Michele nella sua celeste basilica. Macerata: Ed. Bassano, sec. XVIII P.186

6) “Multa magnalia de Michaele Archangelo”. Antífona del Antiguo oficio de lecturas del día de la Fiesta de los Santos Arcángeles. En: BREVIARIUN MONASTICUM. Roma: Ex Typographia Bartholomaei Zannetti, 1613, p.628

7) Sal 16,8

 
 
 

© 2021 by Comunidad Piedras Vivas. Proudly created with Wix.com

  • Twitter Classic
  • c-facebook
bottom of page