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El santo de los jóvenes que buscan trabajo

Oración a San Pancracio


San Pancracio, que eres muestra de humildad y entrega, desde muy joven decidiste encontrarte con Dios, tu desprendimiento de lo material te ha hecho un ser muy especial, siempre estuviste dispuesto para ayudar a los humildes, a los pobres que no tenían nada, asístenos con tu oración de intercesión.


Bendito San Pancracio, necesito presentes ante Nuestro Dios Padre Providente, la necesidad de un trabajo digno porque crece en mi la desesperación, porque tengo deudas y obligaciones que debo enfrentar, son muchas las dificultades, y confío que con la poderosa asistencia del Santo Espíritu las podré resolver, pido en estos momentos esa valiosa ayuda.


Tengo una familia que depende de mí, guíame por el mejor de los caminos para conseguir los bienes que tanto necesitamos.


Te pido que escuches mi voz y mi súplica, para que suba como incienso al Trono de Gloria. Amén.


Al finalizar, se debe rezar un Padre Nuestro, Ave María y Gloria.


San Pancracio de Roma, Mártir o Sanctus Pancratius -en latín- es un santo romano, que se convirtió al cristianismo y fue decapitado a los 14 años de edad por los romanos debido a su fe, en el año 304 d.C.


Biografía tomada de ACIprensa:

Es un jovencito romano de sólo 14 años, que fue martirizado por declararse creyente y partidario de Nuestro Señor Jesucristo. Dicen que su padre murió martirizado y que la mamá recogió en unos algodones un poco de la sangre del mártir y la guardó en un relicario de oro, y le dijo al niño: "Este relicario lo llevarás colgado al cuello, cuando demuestres que eres tan valiente como lo fue tu padre". Un día Pancracio volvió de la escuela muy golpeado pero muy contento. La mamá le preguntó la causa de aquellas heridas y de la alegría que mostraba, y el jovencito le respondió: "Es que en la escuela me declaré seguidor de Jesucristo y todos esos paganos me golpearon para que abandonara mi religión. Pero yo deseo que de mí se pueda decir lo que el Libro Santo afirma de los apóstoles: "En su corazón había una gran alegría, por haber podido sufrir humillaciones por amor a Jesucristo". (Hechos 6,41). Al oír esto la buena mamá tomó en sus manos el relicario con la sangre del padre martirizado, y colgándolo al cuello de su hijo exclamó emocionada: "Muy bien: ya eres digno seguidor de tu valiente padre". Como Pancracio continuaba afirmando que él creía en la divinidad de Cristo y que deseaba ser siempre su seguidor y amigo, las autoridades paganas lo llevaron a la cárcel y lo condenaron y decretaron pena de muerte contra él. Cuando lo llevaban hacia el sitio de su martirio (en la vía Aurelia, a dos kilómetros de Roma) varios enviados del gobierno llegaron a ofrecerle grandes premios y muchas ayudas para el futuro si dejaba de decir que Cristo es Dios.

El valiente joven proclamó con toda la valentía que él quería ser creyente en Cristo hasta el último momento de su vida. Entonces para obligarlo a desistir de sus creencias empezaron a azotarlo ferozmente mientras lo llevaban hacia el lugar donde lo iban a martirizar, pero mientras más lo azotaban, más fuertemente proclamaba él que Jesús es el Redentor del mundo. Varias personas al contemplar este maravilloso ejemplo de valentía se convirtieron al cristianismo. Al llegar al sitio determinado, Pancracio dio las gracias a los verdugos por que le permitían ir tan pronto a encontrarse con Nuestro Señor Jesucristo, en el cielo, e invitó a todos los allí presentes a creer siempre en Jesucristo a pesar de todas las contrariedades y de todos los peligros. De muy buena voluntad se arrodilló y colocó su cabeza en el sitio donde iba a recibir el hachazo del verdugo y más parecía sentirse contento que temeroso al ofrecer su sangre y su vida por proclamar su fidelidad a la verdadera religión. Allí en Roma se levantó un templo en honor de San Pancracio y por muchos siglos las muchedumbres han ido a venerar y admirar en ese templo el glorioso ejemplo de un valeroso muchacho de 14 años, que supo ofrecer su sangre y su vida por demostrar su fe en Dios y su amor por Jesucristo. San Pancracio: ruégale a Dios por nuestra juventud que tiene tantos peligros de perder su fe y sus buenas costumbres.



 
 
 

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