Rompiendo los muros alrededor de mi corazón
- rccrecreo

- 23 jun
- 2 Min. de lectura
A lo largo de la historia, los muros fueron erigidos como una necesidad imperiosa de supervivencia y resguardo. Elevados para defender lo propio y contener amenazas, garantizaron la paz dentro de sus límites. Sin embargo, todo muro —mientras abriga— también traza fronteras, separa destinos y silencia encuentros.
Protegen, sí; pero también aíslan. Impiden el contacto con “el otro”, cortan lazos potenciales, y disocian vidas que quizás estaban llamadas a entrelazarse. Al levantar un muro físico o simbólico, se construye un refugio… pero a menudo también una distancia.
Así también sucede en la vida espiritual y emocional. Con frecuencia, levantamos muros invisibles con nombres propios: falta de perdón, dureza de corazón, terquedad, orgullo, frialdad, resentimiento, falta de arrepentimiento. Estas murallas no nos protegen: nos enferman. Nos aíslan del prójimo, distorsionan la mirada, nos impiden amar y ser amados. Y lo más grave: nos alejan de la voluntad de Dios y de la libertad interior que Él nos ofrece.
Por eso, hoy reconocemos la necesidad urgente de derribar todo muro que encierra el alma, que paraliza el amor, que oscurece la fe. Con humildad, abrimos el corazón para suplicar la gracia de un verdadero quebrantamiento, sabiendo que sólo Dios tiene el poder de reconstruir desde las ruinas una vida plena y reconciliada.
Con ese espíritu, oremos:
Por los méritos de tus preciosísimas llagas, te pido mi Buen Pastor que derribes todo muro de maldad que rodea mi corazón. Jesús, te suplico especialmente que el muro de (menciona el tipo de muro: falta de perdón, dureza de corazón, terquedad, falta de arrepentimiento, frialdad de corazón, etc.) sea derribado.
Rechazo y renuncio a todos los muros alejados de Tu Voluntad que he levantado. Perdóname porque con mis pecados he contribuido a levantar y fortalecer estos muros.
Que Tu Preciosísima Sangre, amado Jesús, inunde mi corazón, limpiándolo, purificándolo y santificándolo. Tu Palabra nos promete: «Les daré un corazón nuevo y pondré un espíritu nuevo dentro de ustedes, quitando de sus cuerpos sus corazones de piedra y dándoles corazones de carne».
¡Que pueda tener un corazón semejante al Tuyo, Rey y Señor de mi vida!




Comentarios