Aconsejar al que duda: cuando la ternura orienta sin imponer
- rccrecreo

- 7 sept
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Una escena que nos toca
Ella llegó temprano, pero no entró enseguida. Se quedó en la puerta de la capilla, como quien no sabe si está buscando a Dios o esperando que alguien la vea. No pidió ayuda, pero su silencio hablaba. Una catequista la reconoció: no por el nombre, sino por la mirada. Se acercó sin apuro, se sentó a su lado, y después de unos minutos le dijo:
—Si querés, rezamos juntas. No hace falta entender todo.
La joven no respondió, pero se quedó.
Ese gesto fue consejo. No una explicación, sino una compañía que orienta sin imponer.

El consejo como acto de comunión
La obra de misericordia espiritual aconsejar al que duda no consiste en dar soluciones, sino en acompañar procesos. No se trata de tener razón, sino de ser presencia fecunda.
El Catecismo enseña que estas obras son “acciones caritativas mediante las cuales ayudamos a nuestro prójimo en sus necesidades espirituales” (CIC 2447). Y la duda, aunque no siempre se ve, es una necesidad profunda.
¿Qué duda el corazón?
No siempre se duda de la fe.
A veces se duda de uno mismo, de los vínculos, de las decisiones tomadas.
A veces se duda de si Dios realmente acompaña. Y en ese terreno frágil, el consejo no puede ser una receta. Tiene que ser luz que no deslumbra, palabra que no invade, gesto que no apura.
Jesús, consejero silencioso
Jesús aconsejó con parábolas, con gestos, con silencios. Cuando Pedro dudó, no lo corrigió con dureza: lo miró con ternura. Cuando Nicodemo buscó respuestas, no le dio fórmulas: le habló del viento. Cuando la samaritana dudó de sí misma, le ofreció agua viva.
Isaías lo llama “Admirable consejero” (Is 9,6), y no por su elocuencia, sino por su capacidad de orientar sin dominar.
El consejo como don del Espíritu
El Papa Francisco dice que el consejo es “el don que nos ayuda a ver con los ojos de Dios”. No se trata de saber mucho, sino de discernir con el otro. De entrar en su ritmo interior, de respetar su proceso, de ofrecer una palabra que no sea ruido, sino semilla.
Los Padres del Desierto y el arte de aconsejar
Abba Poemen decía: “No digas todo lo que sabes, sino lo que edifica.” Y Abba Antonio enseñaba: “Hay quienes hablan mucho y sanan, y hay quienes hablan poco y destruyen.”
Para ellos, el consejo era fruto del silencio, de la oración, de la humildad. No se daba por impulso, sino por discernimiento. No se ofrecía para mostrar sabiduría, sino para sanar sin herir.
Testimonio inspirado: el joven catequista
Mateo tiene 22 años. Acompaña adolescentes en su parroquia.
Una chica del grupo una tarde le dice: —No sé si quiero seguir viniendo. Me siento vacía. Él no le responde con doctrina. Solo una pregunta surge en ése momento: —"¿Caminamos juntos un rato?" Y en ese paseo, sin grandes palabras, ella vuelve a confiar. Porque el consejo no siempre se da con frases: a veces se da con pasos compartidos.
Obstáculos para aconsejar fecundamente
El juicio que apura.
La soberbia que impone.
La impaciencia que interrumpe.
El miedo que calla.
La tibieza que esquiva.
San Miguel, como custodio del discernimiento, nos ayuda a romper estos lazos y a liberar nuestra palabra para que fecunde.
¿Cómo vivir esta obra de misericordia?
Ora antes de hablar.
Escucha más que hablá.
No impongas certezas: ofrece caminos.
Usa preguntas más que afirmaciones.
Respeta el ritmo del otro.
Ofrece tu presencia, incluso sin palabras.
Aconsejar en la vida pastoral
En la catequesis, en la confesión, en la dirección espiritual, en la vida comunitaria, aconsejar es servicio de comunión. No se trata de dar recetas, sino de ayudar a discernir. No se trata de convencer, sino de acompañar. No se trata de hablar mucho, sino de decir lo justo.
Cuando el consejo se vuelve oración
A veces no sabemos qué decir. Entonces, oramos por el otro. Y esa intercesión silenciosa se vuelve consejo invisible, presencia que sostiene, ternura que fecunda.
Conclusión: aconsejar como gesto de esperanza
Aconsejar al que duda es una obra de misericordia que transforma. No se trata de tener razón, sino de ser camino. No se trata de dar respuestas, sino de acompañar búsquedas. No se trata de hablar, sino de amar en la orientación.
Que esta jornada de la Cuaresma de San Miguel nos enseñe a aconsejar como Jesús: con gestos, con parábolas, con silencios. Y que San Miguel nos custodie para que nuestra palabra sea luz, y nuestra orientación, camino de esperanza.



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