“Bendecir lo ajeno: una jaculatoria que despierta gratitud”
- rccrecreo

- 2 sept
- 3 Min. de lectura

Sanar la mirada herida, recuperar la comunión
La envidia no es solo un pecado capital: es una herida espiritual que distorsiona la mirada, divide los corazones y roba la paz interior. Surge cuando el bien del otro se percibe como amenaza, cuando la comparación reemplaza la comunión, cuando el juicio se impone sobre la celebración.
La jaculatoria breve que hoy nos acompaña —dirigida a la Santísima Trinidad— es más que una súplica: es una reeducación del alma, una pedagogía interior que nos enseña a bendecir lo ajeno sin miedo, sin celos, sin rivalidad.
“Alégrense con los que se alegran.” Romanos 12,15
Doctrina espiritual:
la envidia como ruptura de comunión
El Catecismo de la Iglesia Católica enseña que la envidia es “una tristeza experimentada ante el bien del prójimo” (CEC 2539), y que puede llevar al odio, la calumnia o el desprecio. Pero también afirma que la gratitud y la humildad son antídotos espirituales que restauran la comunión.
“La envidia representa una forma de tristeza y, por tanto, un rechazo de la caridad.” CEC 2539
San Francisco de Sales, cuya sabiduría ilumina esta jornada, decía:
“La envidia es la pasión más mezquina, porque no busca el bien propio, sino el mal ajeno.” Y añadía: “La humildad nos hace celebrar el bien del otro como si fuera nuestro.”
Henri Nouwen:
la alegría de ser uno mismo
Henri Nouwen, en sus reflexiones sobre la vida interior, advierte que la comparación constante nos aleja de la verdad del corazón:
“La verdadera alegría nace cuando dejamos de medirnos y empezamos a reconocernos como amados.” Life of the Beloved
Para Nouwen, bendecir lo ajeno es un acto de libertad interior: es reconocer que el otro no me amenaza, sino que me completa. En su diario espiritual, también señala:
“La gratitud es la memoria del corazón. Y el corazón agradecido no envidia: celebra.”
Thomas Merton:
la comunión silenciosa
Thomas Merton, en su búsqueda contemplativa, descubrió que la comparación es una ilusión que nos separa de la verdad:
“No existen los extraños. Cuando estoy solo, ellos no son ‘ellos’, sino yo mismo.”
Esta frase, que impactó profundamente a Henri Nouwen, revela que la comunión espiritual supera toda competencia. Bendecir lo ajeno es reconocer que el bien del otro también me pertenece, porque somos cuerpo de Cristo.
P. Carlos Valles y P. Fabio de Melo:
psicología espiritual
El P. Carlos Valles, en sus escritos sobre madurez afectiva, afirma:
“La envidia es señal de que aún no hemos hecho las paces con nuestra propia historia.”
Y el P. Fabio de Melo, en sus meditaciones pastorales, invita a sanar la comparación con gratitud:
“Cuando bendecís lo que el otro tiene, Dios te enseña a ver lo que vos ya sos.”
Ambos coinciden en que la envidia no se combate con esfuerzo, sino con reconciliación interior, con oración que transforma el juicio en bendición.
Vivir la jaculatoria:
tips para el día
Repetila al ver algo que te despierta celos o tristeza.
Usala como bendición silenciosa cuando alguien recibe algo bueno.
Escribila en tu cuaderno espiritual como antídoto contra la comparación.
Compartila con alguien que lucha con su autoestima.
Rezala al final del día como examen de gratitud.
La gratitud despierta
Bendecir lo ajeno no es solo un gesto espiritual: es una revolución interior. Es elegir la comunión sobre la competencia, la celebración sobre el juicio, la paz sobre la comparación. Esta jaculatoria breve nos ayuda a reeducar la mirada, a sanar la herida de la envidia, y a despertar la gratitud dormida.
Que el Espíritu Santo nos enseñe a mirar con ternura, y que San Miguel custodie la comunión que nace cuando celebramos el bien del otro.
®Piedras Vivas



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