El sufrimiento que espera ser fecundo: de Juan Pablo II a Francisco
- rccrecreo
- 23 ago
- 3 Min. de lectura

“El sufrimiento, unido al amor salvífico de Cristo, se convierte en una fuerza para la liberación del mal y la victoria del bien.” — San Juan Pablo II, Salvifici Doloris
Esta afirmación de San Juan Pablo II no ha perdido vigencia. Al contrario, en tiempos marcados por el dolor silencioso de los enfermos, el abandono de los ancianos, y la incertidumbre de los migrantes, el sufrimiento se vuelve un clamor que pide ser escuchado, comprendido y transfigurado.
El Papa Francisco, con su mirada pastoral y su corazón abierto a las periferias, ha continuado esta teología del sufrimiento, no desde la teoría, sino desde el encuentro. En su mensaje para la Jornada Mundial del Enfermo, afirma:
“Jesús, con su amor misericordioso, nos permite aprovechar también en la enfermedad, por dolorosa y difícil de comprender que sea, una oportunidad de encontrar al Señor.”
Francisco no romantiza el dolor. Lo reconoce como fragilidad, como límite, como grito. Pero también como lugar de revelación, donde Dios se acerca con ternura, donde la esperanza se vuelve posible, donde el amor puede florecer en medio de la herida.
El sufrimiento de los enfermos y ancianos:
¿invisibles o profetas?
En su mensaje para la Jornada Mundial del Enfermo, Francisco llama “ángeles de esperanza” a quienes acompañan a los que sufren: médicos, familiares, voluntarios. Pero también reconoce que el enfermo mismo, el anciano que gime en silencio, es testigo de la dignidad humana, profeta de la esperanza que no defrauda.
¿Qué lugar damos en nuestra vida a quienes ya no producen, no deciden, no brillan? ¿Sabemos ver en ellos el rostro de Cristo sufriente, el que no se baja de la cruz?
El sufrimiento de los migrantes:
¿rostros o estadísticas?
Francisco ha sido una de las voces más firmes en defensa de los migrantes. En su mensaje para la Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado, propone cuatro verbos que resumen la acción cristiana: acoger, proteger, promover e integrar. Pero detrás de esos verbos hay historias concretas: niños que cruzan fronteras, madres que lloran en silencio, hombres que han perdido todo menos la fe.
“Cada forastero que llama a nuestra puerta es una ocasión de encuentro con Jesucristo, que se identifica con el extranjero acogido o rechazado.”
¿Qué hacemos con ese dolor que no entendemos? ¿Lo ignoramos, lo juzgamos, o lo ofrecemos como intercesión?
¿Y nosotros?
¿Qué hacemos con nuestro propio sufrimiento?
La teología del sufrimiento no es evasión ni resignación. Es ofrenda, encuentro, esperanza. Es unir nuestras heridas a las de Cristo, no para negarlas, sino para que sean fecundas. Como decía San Juan Pablo II, el sufrimiento ofrecido con fe participa del misterio redentor. Y como enseña Francisco, el dolor puede ser lugar de encuentro con Dios.
¿Estoy dispuesto a mirar mi sufrimiento como semilla?
¿Puedo ofrecerlo, no como castigo, sino como camino?
Cuaresma de San Miguel:
dolor ofrecido, esperanza que renace
En esta Cuaresma de San Miguel Arcángel, marcada por el Año Jubilar de la Esperanza, se nos invita a no esconder el dolor, sino a ofrecerlo. A interceder por quienes sufren, pero también a dejar que nuestro propio sufrimiento se convierta en oración.
San Miguel, el adorador perfecto, nos enseña que la adoración nace también desde la herida. Que el combate espiritual no se libra solo con fuerza, sino con humildad. Que la victoria de Dios pasa por la cruz.
®PIEDRASVIVAS
Comentarios