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Formar corazones, no solo mentes

Una obra de misericordia en el pensamiento del Papa Francisco

El saber como derecho, la enseñanza como ternura

En una de sus catequesis sobre las obras de misericordia espirituales, el Papa Francisco afirmó con fuerza:

“Enseñar al que no sabe es una obra de misericordia que nos recuerda el valor de la educación como camino de dignidad.”   Y no hablaba solo de escuelas o libros, sino de algo más profundo: la enseñanza como acto de amor, como gesto que reconoce en el otro una capacidad de crecer, de comprender, de abrirse a la verdad.

Para Francisco, enseñar no es imponer saberes, sino acompañar búsquedas. Es sembrar luz sin deslumbrar, es formar sin dominar, es hacer espacio para que el otro descubra lo que Dios quiere decirle.


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Enseñar desde abajo: el estilo de Jesús

Jesús no enseñaba desde el pedestal, sino desde el camino. Sus parábolas nacían de lo cotidiano: semillas, panes, pescadores, padres, hijos. No exigía comprensión inmediata, sino disponibilidad. Cuando los discípulos no entendían, no los humillaba: les explicaba de nuevo. Cuando la gente se confundía, no los juzgaba: les hablaba en su lenguaje.

Francisco retoma este estilo en su magisterio:

“La enseñanza cristiana no es imposición, sino propuesta de sentido.”

Enseñar como Jesús es formar desde la ternura, no desde el poder. Es mirar al otro como tierra fértil, no como recipiente vacío.


La enseñanza como acto de justicia

En su catequesis del 23 de noviembre de 2016, el Papa denunció el analfabetismo como una forma de exclusión:

“En un mundo donde el acceso al conocimiento es clave, no saber leer ni escribir es una injusticia que margina.”

Por eso, enseñar al que no sabe no es solo una obra espiritual: es también una obra social, profética, liberadora. Es devolver dignidad, abrir horizontes, romper cadenas de ignorancia impuesta.


Enseñar en lo cotidiano

Francisco insiste en que esta obra de misericordia no se vive solo en instituciones:

“Son obras que se pueden vivir en una dimensión sencilla, familiar, al alcance de todos.”

Una madre que enseña a rezar. Un abuelo que cuenta historias de fe. Una catequista que acompaña sin apurar. Un joven que explica con paciencia. Un sacerdote que forma sin imponer.

Cada gesto que ayuda al otro a comprender, a crecer, a abrirse a la verdad, es enseñanza. Y cada enseñanza que nace del amor, es misericordia.


Enseñar como siembra, no como control

El Papa Francisco nos advierte contra la tentación de enseñar para dominar:

“El que enseña debe hacerlo con humildad, sabiendo que el saber no es propiedad, sino servicio.”

Esto se enlaza con los Padres del Desierto, como Abba Isaías, que decía:

“El que enseña debe ser más humilde que el que aprende.”

Enseñar no es mostrar lo que uno sabe, sino ayudar al otro a descubrir lo que Dios quiere decirle. Es sembrar sin exigir cosecha. Es confiar en el proceso, no en el resultado inmediato.


Enseñar en la catequesis: encuentros, no clases

Francisco ha insistido muchas veces en que la catequesis no es una clase, sino un encuentro con Jesús. Por eso, enseñar en la catequesis es facilitar ese encuentro, no llenar de contenidos. Es abrir el corazón a la Palabra, no solo explicar conceptos. Es formar discípulos, no solo transmitir doctrina.

“La catequesis es un espacio donde el Espíritu Santo enseña a través de nosotros.”

Enseñar como obra de misericordia espiritual

Enseñar al que no sabe es una obra que transforma. No se trata de corregir errores, sino de acompañar búsquedas. No se trata de dominar, sino de formar desde el amor. No se trata de hablar mucho, sino de decir lo justo, en el momento justo, con el corazón abierto.

Francisco nos invita a vivir esta obra como gesto de esperanza:

“Enseñar es sembrar futuro.”

Conclusión: enseñar como gesto de comunión

En esta jornada de la Cuaresma de San Miguel, enseñar al que no sabe se convierte en camino de comunión. Es mirar al otro como tierra fértil. Es confiar en que el Espíritu fecunda lo que sembramos. Es vivir la enseñanza como acto de ternura, de justicia, de esperanza.

Que San Miguel nos custodie en esta misión, y que el Espíritu Santo nos enseñe a enseñar como Jesús: con gestos, con parábolas, con silencios.

 
 
 

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