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Orar por los que partieron

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Sentido y camino de la novena por los fieles difuntos

Cada año, al acercarse el 2 de noviembre, la Iglesia nos invita a vivir la Conmemoración de los Fieles Difuntos como un acto de amor, comunión y esperanza. En este marco, muchos fieles rezan una novena preparatoria, nueve días de oración que nos disponen a interceder por quienes han partido, confiando en la misericordia de Dios y en la comunión que no se rompe con la muerte.


¿Por qué oramos por los difuntos?

La oración por los difuntos es una práctica antigua y constante en la Iglesia. Ya en el siglo II, los cristianos ofrecían la Eucaristía por los que habían muerto, como signo de comunión y esperanza. San Agustín exhortaba: “No dudemos en ayudar a los que han partido, ofreciendo por ellos nuestras oraciones” (Sermón 172).


El Catecismo de la Iglesia Católica lo enseña con claridad:

“La Iglesia recomienda vivamente la limosna, las indulgencias y las obras de penitencia en favor de los difuntos, para que, una vez purificados, puedan llegar a la visión beatífica de Dios” (CEC 1032).

Creemos que la muerte no rompe la comunión entre los miembros del Cuerpo de Cristo. Por eso, oramos por las almas del purgatorio, confiando en que nuestra súplica, unida a la de toda la Iglesia, puede aliviar su espera y acercarlas a la plenitud del Reino.


¿Qué es una novena?

La novena es una forma de oración que se extiende durante nueve días consecutivos. Su origen se vincula con los nueve días que los discípulos y María permanecieron en oración entre la Ascensión del Señor y Pentecostés (cf. Hch 1,14). Desde entonces, la Iglesia ha adoptado esta estructura como camino de preparación, súplica o acción de gracias.

La novena por los fieles difuntos es una expresión concreta de caridad espiritual. No se trata de repetir fórmulas, sino de abrir el corazón a la intercesión, de recordar con gratitud, de ofrecer con fe. Es una forma de vivir el duelo en clave pascual, de transformar la ausencia en esperanza.


En el marco del Año Santo 2025

El Papa Francisco ha convocado a toda la Iglesia a vivir el Jubileo 2025 bajo el lema “Peregrinos de esperanza”. En este contexto, la oración por los difuntos adquiere un brillo particular: somos peregrinos que caminan con los que ya han partido, sostenidos por la certeza de que la vida no termina, sino que se transforma.

En una catequesis reciente, el Papa afirmaba:

“La esperanza cristiana es un don que recibimos, y que estamos llamados a compartir. También con los que han partido, porque en Cristo, la comunión no se interrumpe” (Audiencia general, 18 oct 2023).

¿Cómo vivir esta novena?

Una novena sencilla puede incluir cada día:

  • Una intención concreta (por los que partieron jóvenes, por los olvidados, por quienes nos dejaron heridas…)

  • Una invocación al Espíritu Santo, que santifica y consuela

  • Una palabra bíblica que ilumine la oración

  • Una acción simbólica (encender una vela, escribir un nombre, ofrecer una obra de caridad)

Lo importante no es la cantidad de palabras, sino la calidad del corazón. Esta novena puede vivirse en familia, en comunidad, o en silencio personal. Puede compartirse en redes, en placas, en gestos. Lo esencial es que sea expresión de comunión, de fe, de esperanza.


Una comunión que no se apaga

Orar por los difuntos es un acto de amor. Es decirles: “No te olvidamos. Te confiamos a Dios. Caminamos con vos.” En el Año Santo, esta oración se vuelve también peregrinación interior: hacia la misericordia, hacia la vida eterna, hacia el abrazo que no termina.

Que esta novena nos ayude a vivir el 2 de noviembre no como un día de sombra, sino como un día de luz. Porque en Cristo, la muerte ha sido vencida, y la esperanza es más fuerte que el olvido.

 
 
 

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