El don del perdón: cuando el corazón se abre a la misericordia
- rccrecreo

- 11 sept
- 4 Min. de lectura
El perdón no es una técnica, ni una obligación moral impuesta desde fuera. Es un don que transforma. Un movimiento interior que nace cuando el corazón, herido o endurecido, se deja tocar por la misericordia. En palabras del Papa Francisco, “ser perdonado es ser amado por lo que somos, a pesar de nuestras limitaciones y nuestros pecados”. Esta experiencia, cuando es auténtica, no solo sana relaciones: reordena la vida entera.

La Palabra que despierta
La Escritura no presenta el perdón como una concesión ocasional, sino como la respiración misma del Evangelio. Jesús, en el momento más alto de su entrega, pronuncia desde la cruz: “Padre, perdonáles, porque no saben lo que hacen” (Lc 23,34). No espera que el otro se arrepienta primero. No exige explicaciones. Ama y perdona desde la herida.
En el Libro del Pueblo de Dios, el Evangelio según Mateo nos recuerda: “Si ustedes perdonan sus faltas a los demás, el Padre que está en el cielo también los perdonará a ustedes. Pero si no perdonan a los demás, tampoco el Padre los perdonará a ustedes” (Mt 6,14–15). Este “condicional” no es amenaza, sino revelación de una ley espiritual: quien no perdona, se encierra en sí mismo, y no puede recibir lo que no está dispuesto a dar.
Psicología del perdón: entre la herida y la libertad
Desde la psicología, el perdón no se reduce a “olvidar” o “justificar” lo que ocurrió. Implica reconocer el dolor, validar la herida, y luego elegir no quedar atrapado en ella. El perdón libera al ofendido más que al ofensor. Como señala la psicóloga Enright, pionero en estudios sobre el perdón, “perdonar no significa negar la injusticia, sino decidir que esa injusticia no tendrá la última palabra sobre mi vida”.
En contextos de trauma, abuso o abandono, el perdón no puede ser apresurado ni impuesto. Requiere procesos internos de duelo, reconstrucción de la identidad, y acompañamiento espiritual y terapéutico. En estos casos, el perdón no es un punto de partida, sino una gracia que llega cuando el alma está lista.
Henri Nouwen: perdonar desde la vulnerabilidad
Henri Nouwen, teólogo y pastor del corazón humano, vivió el perdón como camino de comunión. En su diario espiritual “El regreso del hijo pródigo”, escribe: “Perdonar es amar al otro sin condiciones, incluso cuando no puede devolver ese amor. Es mirar con los ojos del Padre, que corre al encuentro del hijo aún cuando huele a pecado.”
Para Nouwen, el perdón no nace de la fuerza, sino de la vulnerabilidad abrazada. Solo quien se sabe amado en su fragilidad puede perdonar sin exigir nada a cambio. En este sentido, el perdón se vuelve profecía de comunión, anticipo del Reino.
El perdón como medicina
El Papa Francisco ha dicho que “el perdón es una medicina muy poderosa para el alma y la psique”. No es casual que lo compare con una medicina: cura, alivia, reordena. En contextos familiares, comunitarios o eclesiales, el perdón permite que la historia no se detenga en el conflicto, sino que se abra a la Pascua.
En la catequesis sobre el amor duradero, Francisco afirmaba: “La familia es un gran gimnasio para entrenar al don y al perdón recíproco, sin el cual ningún amor puede durar”. Esto vale también para la comunidad, la amistad, el ministerio. Sin perdón, el amor se endurece. Con perdón, el amor respira.
Catequesis del corazón: ¿cómo se vive el perdón?
Reconociendo la herida sin negarla El perdón no exige olvidar, sino mirar la herida con verdad y sin rencor.
Pidiendo la gracia de perdonar Cuando no se puede, se puede pedir: “Señor, ayúdame a perdonar.”
Aceptando que el otro no cambie El perdón no depende de que el otro se arrepienta. Es una decisión interior.
Entregando el juicio a Dios Solo Él conoce los corazones. El perdón libera del peso de juzgar.
Orando por quien ha herido No como acto heroico, sino como gesto de comunión. “Orad por los que os persiguen” (Mt 5,44).
Pedagogía del perdón: enseñar a los niños, acompañar a los adultos
En la educación, el perdón se enseña con el ejemplo. Un padre que pide perdón a su hijo, un maestro que reconoce su error, un catequista que acompaña sin condenar, abre caminos de sanación. En la pastoral, el perdón debe ser anunciado como don, no como deber. Como posibilidad, no como exigencia.
En contextos de violencia, el perdón debe ir acompañado de justicia, reparación y protección. No se puede pedir a una víctima que perdone sin haber sido escuchada. El perdón cristiano no es ingenuidad: es sabiduría que nace del amor crucificado.
Oración final: para pedir el don del perdón
Señor Jesús, que perdonaste desde la cruz,
despierta en mí un corazón libre,
capaz de amar sin condiciones.
No quiero vivir encerrado en la herida,
ni justificar el rencor con razones.
Dame tu Espíritu vivificador, que sana, que ordena, que fecunda.
Que pueda perdonar como vos,
aunque el otro no lo pida, aunque el dolor aún arda.
Que mi perdón sea semilla de comunión,
y mi herida, lugar de tu gloria.
Amén.



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