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Oración de Rechazo del Mal

Introducción Catequética a la Oración de Rechazo del Mal

La vida cristiana es un combate espiritual. San Pablo nos recuerda que “nuestra lucha no es contra enemigos de carne y sangre, sino contra los principados, contra las potestades, contra los dominadores de este mundo tenebroso” (Ef 6,12). En este combate, el cristiano no está solo: ha sido sellado por el Espíritu Santo en el Bautismo, fortalecido por la Eucaristía y sostenido por la oración.


Sin embargo, cuando nos alejamos de la gracia, abrimos puertas al mal. A veces por ignorancia, otras por debilidad o por seducción del mundo, permitimos que el pecado eche raíces en nuestra vida. Esta oración —inspirada en enseñanzas del padre Gabriele Amorth y en la tradición espiritual de la Iglesia— es un acto de reconocimiento, arrepentimiento y renuncia. No sustituye el sacramento de la Reconciliación, pero puede ser un paso importante hacia la conversión y la sanación interior.


Esta oración está dirigida a laicos que, con fe y humildad, desean rechazar todo vínculo con el mal y renovar su entrega a Cristo. Se recomienda rezarla en un ambiente de recogimiento, con un crucifijo en la mano, y si es posible, después de haber hecho una buena confesión. Puede ser rezada individualmente o en familia, como parte de un camino de liberación y renovación espiritual.

“Resistan al diablo, y él huirá de ustedes. Acérquense a Dios, y Él se acercará a ustedes” (Sant 4,7-8).

Oración de Rechazo del Mal

Rechazo el mal que se ha infiltrado en mi vida porque me he distanciado de Jesús; he abandonado los misterios, he descuidado la oración y me he dedicado únicamente a lo pasajero.

Rechazo el mal que he aceptado y que he cometido estúpidamente a través de mis palabras hirientes, mis pensamientos impuros, mis juicios temerarios y mis acciones egoístas.

Rechazo el mal que he consentido al dejarme llevar por el orgullo, la vanidad, la lujuria, la pereza espiritual y el deseo de poder o reconocimiento.

Rechazo el mal que he permitido entrar en mi hogar y en mi corazón por medio de imágenes, lecturas, músicas o ambientes que no glorifican a Dios.

Rechazo el mal que he tolerado en mi vida por no defender la verdad, por callar ante la injusticia, por no corregir con caridad, por no perdonar con humildad.

Rechazo el mal que he alimentado con mis omisiones, con mi indiferencia ante el sufrimiento ajeno, con mi falta de fe y mi resistencia a la gracia.

Consciente y libremente rechazo todo mal que he cometido y que he causado a toda la sociedad. De manera especial, rechazo las acciones espiritualmente contaminantes como las blasfemias, las falsas promesas y juramentos, la usura, la demora injusta en los pagos, las injusticias, los favoritismos, las sesiones espiritistas y todas las prácticas ocultas.

Por ignorancia o irreflexión, por ira o inconsciencia, por miedo a ser considerado diferente o a ser criticado he abrazo el mal y en este momento lo rechazo pidiendo la gracia de vivir alejado de él.

Cristo, Salvador, sálvame por el poder de tu cruz.

Amén.


Preguntas para Reflexión:

  • ¿Qué formas de mal he tolerado?

  • ¿Qué necesito entregar a Cristo?

  • ¿Qué paso concreto puedo dar para mantenerme en gracia?

 
 
 

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